Las imágenes y los
estereotipos más recurrentes acerca de la vejez en los últimos 60 o 70 años
parten, quizá, de la representación que los medios de comunicación esculpieron
en personajes tan emblemáticos como la abuela de “Los tres García”, con rasgos
autoritarios y reproductora del modelo patriarcal, aunque en este caso un
matriarcado “patriarcal”, con mucha autoridad y ascendencia en su entorno, con
cierto tono masculino contrastando con una feminidad pícara y dicharachera,
evidentemente sellada con la inclinación hacia las actitudes del martirio y el
sacrificio. Esta representación, más asociada con la imagen de la abuela, la
madre de los padres, que con la de la vieja per
sé, se usó como estereotipo en infinidad de películas, de variada calidad,
a lo largo de varias décadas. ¿Que hace a qué?,
¿El personaje de ficción es el arquetipo de las personas, o son estas
quienes fabrican esta representación?, bien podrían ser ambas cosas, una
dinámica retroalimentación entre personas y personajes, sin olvidar el matiz de
los autores y guionistas de estos últimos o las necesidades y anhelos de los
primeros.
Sin embargo los estereotipos
que la sociedad reproduce, no son todos productos del mercado de la comunicación
y la mercadotecnia, también se ha instalado en la percepción social una imagen
del viejo decrépito y enfermo, decadente y desmemoriado, de mal humor y
dependiente, sin muchos personajes famosos que lo representaran en las
pantallas, grandes o chicas, pero que también han sido presentados en la
ficción del neón, casi la otra cara de la moneda del ejemplo anterior, el de la
abuela autoritaria; mientras esta necesita de un ambiente lleno de relaciones
familiares para ejercer su papel, el otro estalla en la soledad.
Son solo dos ejemplos
de un mosaico de representaciones, la mayoría negativas, acerca del ser viejo en
la transición del milenio.
La enfermedad asociada
a la incapacidad y la dependencia se han instalado muy profundamente en nuestro
pensamiento como un escenario ineludible de la vejez, hemos alimentado esa
imagen con hechos reales y contundentes. Aunque porcentualmente son pocos
casos, cuantos de nosotros no ha estado cerca de algún amigo, familiar o
conocido que ha sufrido un evento vascular cerebral, embolias por ejemplo, y
que con la escasa atención rehabilitadora permanecen por el resto de su vida
con secuelas que los vuelven dependientes, o quizá enfermos de Alzheimer, ancianos que
viven en estados demenciales, en nuestro caso hemos visto varios. Sin embargo,
si analizamos, nos podremos percatar que prevalecen varios malos entendidos, el
primero creer que la excepción hace la norma, lo segundo perder el enfoque
hacia los otros viejos, los que no padecen
enfermedades físicas. Ahora bien, existen otros que viven otro tipo de
enfermedad, la social, la marginación que los vuelve invisibles. Parecería que
para muchos la forma de ser visibles es a través de las enfermedades, si no
estás haciendo fila en el consultorio médico entonces eres un viejo inexistente;
es por ahí donde se construyen otras representación de la vejez, el viejo
olvidado, excluido y marginado. Pero si estás en la fila entonces eres un
gasto, una molestia, un estorbo y una carga.