lunes, 13 de octubre de 2014

Ser viejo en el siglo XXI segunda parte



Las imágenes y los estereotipos más recurrentes acerca de la vejez en los últimos 60 o 70 años parten, quizá, de la representación que los medios de comunicación esculpieron en personajes tan emblemáticos como la abuela de “Los tres García”, con rasgos autoritarios y reproductora del modelo patriarcal, aunque en este caso un matriarcado “patriarcal”, con mucha autoridad y ascendencia en su entorno, con cierto tono masculino contrastando con una feminidad pícara y dicharachera, evidentemente sellada con la inclinación hacia las actitudes del martirio y el sacrificio. Esta representación, más asociada con la imagen de la abuela, la madre de los padres, que con la de la vieja per sé, se usó como estereotipo en infinidad de películas, de variada calidad, a lo largo de varias décadas. ¿Que hace a qué?,  ¿El personaje de ficción es el arquetipo de las personas, o son estas quienes fabrican esta representación?, bien podrían ser ambas cosas, una dinámica retroalimentación entre personas y personajes, sin olvidar el matiz de los autores y guionistas de estos últimos o las necesidades y anhelos de los primeros.
Sin embargo los estereotipos que la sociedad reproduce, no son todos productos del mercado de la comunicación y la mercadotecnia, también se ha instalado en la percepción social una imagen del viejo decrépito y enfermo, decadente y desmemoriado, de mal humor y dependiente, sin muchos personajes famosos que lo representaran en las pantallas, grandes o chicas, pero que también han sido presentados en la ficción del neón, casi la otra cara de la moneda del ejemplo anterior, el de la abuela autoritaria; mientras esta necesita de un ambiente lleno de relaciones familiares para ejercer su papel, el otro estalla en la soledad.
Son solo dos ejemplos de un mosaico de representaciones, la mayoría negativas, acerca del ser viejo en la transición del milenio.
La enfermedad asociada a la incapacidad y la dependencia se han instalado muy profundamente en nuestro pensamiento como un escenario ineludible de la vejez, hemos alimentado esa imagen con hechos reales y contundentes. Aunque porcentualmente son pocos casos, cuantos de nosotros no ha estado cerca de algún amigo, familiar o conocido que ha sufrido un evento vascular cerebral, embolias por ejemplo, y que con la escasa atención rehabilitadora permanecen por el resto de su vida con secuelas que los vuelven dependientes,  o quizá enfermos de Alzheimer, ancianos que viven en estados demenciales, en nuestro caso hemos visto varios. Sin embargo, si analizamos, nos podremos percatar que prevalecen varios malos entendidos, el primero creer que la excepción hace la norma, lo segundo perder el enfoque hacia los otros viejos, los que no padecen  enfermedades físicas. Ahora bien, existen otros que viven otro tipo de enfermedad, la social, la marginación que los vuelve invisibles. Parecería que para muchos la forma de ser visibles es a través de las enfermedades, si no estás haciendo fila en el consultorio médico entonces eres un viejo inexistente; es por ahí donde se construyen otras representación de la vejez, el viejo olvidado, excluido y marginado. Pero si estás en la fila entonces eres un gasto, una molestia, un estorbo y una carga.